La Patata Tórrida


¿PUEDE HABER EN EL MUNDO ALGO MÁS DESPRECIABLE QUE LA ELOCUENCIA DE UN HOMBRE QUE NO DICE LA VERDAD?
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sábado, 24 de marzo de 2012


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Explorando una salida soberana al mar para Bolivia

8 de febrero de 2012 15:11
Los tiempos que corren lo reclaman. Es la hora de iniciar conversaciones concretas entre Chile, Perú y Bolivia para que ésta última acceda definitivamente, y en forma soberana, al mar Pacífico. Conversaciones no ya del modo bilateral, puesto que esa forma de relación ha demostrado conducir a ninguna parte, como lo comprobó Bolivia en 132 años de riguroso empeño. Su aspiración es conseguir un corredor bajo su plena soberanía, de unos 10 kilómetros de ancho que, extendido desde su frontera con Chile, alcanzaría unos 160 kilómetros del actual territorio chileno.
Para hacer realidad acuerdos como este, que inevitablemente deben pasar por Arica, se requirió siempre el visto bueno de Perú. Es decir, hoy, para solucionar el problema, se necesita deshacer el intríngulis creado ex profeso por el tratado de 1929, en que Chile habría puesto un candado al mar para Bolivia y dejado las llaves en manos de Perú, con la presumible intención de ambos de mantener en punto muerto el actual estado de cosas.
Una solución original y realista exige crear y explorar condiciones prácticas y jurídicas que los involucren a todos, como sería una cesión territorial de doble finalidad, con compensaciones equivalentes para Chile, la que podemos denominar “cesión abierta de territorios acordada tripartitamente”. Un arreglo a la medida de un vecindario de relaciones muy poco ortodoxas.
En el estratégico patio de esta parte de América del sur, conviven en la desconfianza un perro, un gato y un ratón. Son Chile, Perú y Bolivia, que conforman una tríada de Estados hermanos, cuyos desencuentros hacen que esta animalización, sin ser peyorativa, dibuje meridianamente, el paisaje psicológico de este verdadero drama americano.
Entre 1904 y 1929 el gato astuto se quedó con la llave de aquel candado y el perro con el problema, mientras el ratón, deseoso de saltar al mar, se quedó con un precario permiso de libre tránsito. Por eso hostiga al perro para que obligue al gato a soltar la llave, y con ella alcanzar el anhelado enclave marítimo. El ratón, perseverante, ha reconocido en los actuales tiempos su oportunidad para saltar al mar. Son horas de superación de los prejuicios y las injusticias; de respeto por los derechos humanos y culturales de las sociedades; tiempos de espacios abiertos y comprensión del otro como hermano para alcanzar el desarrollo. Por eso, el perro, firme en su liderazgo, está dispuesto, como lo demostró en el pasado, a buscar una solución, y el gato acecha para no sentirse perjudicado, ante la eventualidad de un arreglo entre el perro y el ratón, en tanto, éste amenaza, sin destino posible, golpear las puertas de la justicia global ¿Qué hacer?
No en vano, el gato –con el tratado de 1929 debajo del brazo– sostiene enfático: “No puedo ceder en algo que era mío, es decir, no puedo aceptar que el ratón recupere territorio a mis expensas, por eso tengo la llave del patio que me protege el orgullo y mi derecho a soñar”. El perro en cambio, argumenta: (a sabiendas de que no tener la llave del patio sólo le da una operatividad relativa): “El ratón tiene plena libertad para asomarse al mar y practicar comercio; luego, continuaré perseverando en ofrecer soluciones al ratón”. Y el ratón dice: “necesito convencer al gato para que apruebe mis negociaciones con el perro. Entonces aceptaría el canje de territorios que propone el perro, de los cuales estoy dispuesto a entregarle una parte al gato, previo acuerdo tripartito de todos los involucrados”. He aquí en teoría, desatado el nudo que estrangulaba la integración.
La solución, entonces, yace en la recurrencia a las compensaciones territoriales, en la que Bolivia deberá ceder el equivalente de los territorios que Chile le otorgue al norte de Arica, en tanto (novedad absoluta de esta moción), mediante un pacto de acuerdo tripartito original, le entrega al Perú parte de lo cedido por Chile, como una forma de resarcirlo, puesto que –leyendo los sentimientos de ambos– Perú siente como suyos los territorios perdidos en la guerra del Pacífico; y de paso, Bolivia pagaría aquella deuda ética que asumió con el Perú al abandonarlo apenas iniciado el conflicto. Todo dependerá entonces, de cómo Bolivia asuma el sacrificio de cargar con el peso del pasado; y de cómo valore una oferta que la pone ante el desafío más grande de su historia.
Luego, cartografiando la solución, Bolivia fija límites costeros con Perú por el norte y con Chile por el sur, en tanto le cede a éste, territorios al suroeste del altiplano, equivalentes en su totalidad a los cedidos por Chile, sin perjuicio de explorar otras variables. Así, en el pleno ejercicio de su soberanía, Chile procede a legitimar un acuerdo de trascendentales consecuencias, con la convicción de haber aportado a la paz y a la integración latinoamericana en forma generosa, justa y creativa, sin ceder un ápice en sus derechos históricos y jurídicos. ¿Por qué no? 

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